El Recre es una montaña rusa onírica. Ha pasado de la pesadilla más aterradora a un sueño idílico vetado en sus conexiones sinópticas hasta hace muy poco. El Decano ha entrado en una fase REM que neutraliza el imsomnio profundo que le acechaba desde hace seis jornadas. El cerebro blanquiazul es ahora capaz de construir por fin un universo de fantasía, un paraíso de salvación en el edén de la Liga Adelante. Los sueños, sueños son, pero el Recre se está empeñando en decorar un escenario en el que se representen sus ilusiones y, a veces, esos anhelos encuentran cobijo en la impredecible realidad.
Víctimas de la parálisis del sueño, bloqueados hasta la catatonia en un limbo entre el estado somonoliento y la vigilia, los recreativistas observaban aterrorizados cómo se precipitaban sus deseos por una brecha de desazón causante de un anquilosamiento supino. Un intenso letargo les monopolizaba como síntoma adicional al shock en el que caían inmersos tras encajar un tanto. El tratamiento de choque para esta compleja patología ha sido ver de cara el abismo, estar a ocho puntos del descenso y a unos minutos de la certificación matemática.
La afición ha tenido mucha culpa en la mejoría del paciente. Siempre a los pies de la cama, infatigable y persistente, a pesar de que son sufridores pasivos de esta enfermedad. Han estado ahí, para consolar, para alentar, pero también para impedir que el Recre se autocompadeciese de su desgracia y abriera los ojos para levantar la mirada. Un toque de atención que dio ante el Leganés la grada de animación que no ha sido entendido por los jugadores, decepcionados con ese sector, pero que ha sido clave para apelar a un orgullo anestesiado.
Ante el Sabadell (3-1), el Recre despertó. Días antes ya se desperezó ganando al conjunto pepinero, pero lo de ayer fue la rúbrica de que han salido del coma, a pesar de Pablo Comas. Juegos de palabras al margen, el mérito de esta plantilla es mayúsculo. Es cierto que llegaron al farolillo rojo por méritos propios, más allá de convulsiones institucionales y contratiempos múltiples, pero tras ver a Las Parcas sostener su hilo y aproximar las tijeras, han pegado un tirón para arrancarlo de sus manos.
Esta vez, sí tuvo pegada
Hay que remontarse mucho para evocar una victoria de tres goles del Decano. Basta decir que en siete partidos anteriores habían marcado los mismos tantos que ayer ante el Sabadell para entender la magnitud de lo cosechado en el Nuevo Colombino. Nadie atisbaba un paisaje diferente a la victoria, pero ni mucho menos se esperaba un despliegue ofensivo de este calibre. El Recre no fue tan ordenado ni disciplinado como el miércoles, pero tuvo más pegada.
Los jugadores parecieron liberados de una presión asfixiante, la que apretaba en sus cuellos la soga de seis derrotas consecutivas y que lograron aflojar hace unos días. Se notó y mucho. Fueron alegres en ataque y la pausa le ganó la partida a una precipitación que era maestra de ceremonias habitual en el juego onubense.
Gran culpa de ello fue de la presencia de Álvaro Antón y Montoro juntos en el once, un tándem que conjunta a la perfección con un Pedro Ríos que, pese a marcar,no está del todo acertado pero que es un filón vital. No fue un choque de mucho control ni dominio territorial, pero la diferencia la marcó el centro del campo local. Manu Molina, inédito hasta el tramo final de temporada y sin haber demostrado nada en sus escasas oportunidades en el once, ha encontrado el punto correcto de maduración en al temporada y se ha convertido en un recurso inesperado de gran valor para el Recre.
Más allá de su protagonismo en la transición del juego, físicamente estuvo muy entero e incordió constantemente en la salida del balón rival, relevando a Caye Quintana en esa faceta cuando así lo precisaba. Además, el centrocampista onubense tuvo llegada, por fin apareció la confianza que le ha faltado para entrar desde segunda línea y sorprender a la zaga. Y así ocurrió en el primer gol tras una gran asistencia de Caye que Manu Molina aprovechó con un remate que cruzó a la izquierda de Nauzet. Estallaba el Nuevo Colombino.
Facilidades defensivas del Sabadell
El Sabadell era un flan en defensa y el Recre aprovechó el tembleque de sus centrales para abrir la lata. Por fin fue efectivo y eficiente. No se había cumplido el minuto 20 y el Decano se adelantaba con mucho tiempo para gestionar su ventaja. El equipo catalán no exigía demasiado y aunque los locales juntaron líneas no se encajonaron atrás y permanecieron con el plan inicial. Únicamente las internadas del joven Pol Roigué daban sensación de peligro, pero el canterano del Sabadell, muy rápido e incisivo, no podía echarse a la espalda semejante responsabilidad. Perdió varios balones en situaciones comprometidas por no jugar fácil e intentar individualidades y le costó varias contras del rival.
Esta vez, el sonámbulo sobre el césped no era el Recre, sino el Sabadell, que caminaba sin rumbo y telegrafiando cada movimiento, permitiendo al Decano anticiparse. No había ideas, frescura, dinamismo… el vórtice de la Segunda B, succionando cada vez más cerca de ellos, se tragó la identidad y la pizarra de un equipo muy tocado.
Solo en el juego aéreo se mostraban superiores y las opciones de estrategia se convertían en la principal baza visitante. Pero ahí estaba Menosse, un dispendio de fuerza, sacrificio y entrega; disputa los 90 minutos con los dientes flechados y los puños cerrados, no rehuyendo el más mínimo contacto y luchando hasta el final sin importar el resultado.
Dosificando fuerzas en la reanudación
En la segunda mitad, el Recre temía replegarse a posiciones más defensivas, pero ante el derroche físico las fuerzas aconsejaban dosificar y permanecer a la expectativa. Eso concedió terreno al Sabadell, que quiso posicionarse en el campo y apropiarse al menos de la manija. El Decano no rechistó y transigió, esperando al error para salir en tromba hacia arriba. En el primer acercamiento local tras la reanudación, el Recre logró ampliar el resultado y poner tierra de por medio. Tras un saque de esquina, el rechace de la defensa llegó a los pies de Montoro, que conectó un certero disparo para lo que parecía la sentencia (2-0). Pero con equipos tan inestables y volubles, nunca está todo escrito.
José Domínguez lo vio claro y agotó sus cambios. En un ataque de entrenador, decidió sustituir a Montoro, uno de los mejores pero con mucha carga de minutos tras una lesión, y dio entrada a Zamora. Un jugador en el ostracismo esta temporada y sin muchos argumentos futbolísticos, pasó al pivote recreativista. Y estuvo muy perdido. Defensa puro, su tendencia era incrustarse entre los centrales, pero su cometido era el de sostén en la medular. Se quedó a medio camino, en un territorio de nadie y entorpeció más que apuntaló.
Zamora, un error de José Domínguez
Un jugador nada acostumbrado a entrar en la circulación del juego recibió galones de nexo con el centro del campo y le vino grande. Estuvo nervioso, rifó la posesión y ensanchó la brecha con los de arriba al ser incapaz de conectar con ellos. Error grave del técnico. El desasosiego y desconcierto se contagió a toda la retaguardia, descoordinada en las coberturas y en el cierre en una fase de absoluto caos que aprovechó el Sabadell.
Avisó Benja con un remate en el área, tras varios errores en la marca, que detuvo Sotres. Pero en la siguiente, Marcos García no perdonó e hizo el 2-1. Les tocaba sufrir a los blanquiazules cuando parecía un marcador suficiente, mientras que los catalanes abrían un resquicio para al menos sumar. Roigé insistía una y otra vez por la derecha ante un desbordado Córcoles, colgando balones que abortaba Sotres como podía.
Contra las cuerdas, recibiendo golpes y en actitud defensiva, el Recre parecía abocado a un final de partido de infarto. Pero entonces apareció Núñez. Pegó un sprint de 40 metros e hizo valer la carga superior de oxígeno para doblegar al zaguero, asistiendo después a Pedro Ríos que, en escorzo, acertó a contactar con el esférico, que entró llorando en la meta de Nauzet. Ahora sí. Estaba hecho.
El Sadar, el fin de semana que viene, será el tribunal onírico definitivo para el Recre. Si ganan los blanquiazules, el sueño empezará a trascender de la dimensión ficticia y especulativa a la real.