20-D: Del golpe en el pecho a la abstención

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Decía un ‘meme’ postelectoral de los que circula por Internet que los españoles somos tan absurdos (usaba otro apelativo más contundente) que pasamos cuatro años criticando al Gobierno y quejándonos de la gestión política en la barra de un bar, pero luego somos incapaces de sacar cinco minutos para votar en los comicios.

No se me ocurre una descripción más acertada de la irracionalidad e incongruencia de un importante porcentaje de ciudadanos que se hicieron los longuis ante la apremiante llamada a las urnas del pasado 20 de diciembre. Fervientes activistas durante 1459 días y fugitivos de sus propias consignas las 24 horas en las que la democracia nos brinda un arma con munición real frente al fogueo estéril y ficticio de altivas bravuconadas retóricas fermentadas con cebada.

Así somos en Huelva, no la mayoría, pero sí un nutrido núcleo de potenciales votantes. Aquí destilamos excusas y lloriqueos varios para justificar la apatía e inacción. Y cuando se agotan los argumentos, siempre queda recurrir a ponernos la careta de ese indeterminado ente llamado apolítico, la tonalidad más negra del abanico cromático ideológico, que lejos de significar neutralidad lo que realmente representa es el luto de la democracia. Por desmontar pretextos históricos onubenses, ni eran fechas ni la climatología acompañaba para pasar un día de playa. O no somos conscientes de la importancia de una cita de este calibre o simplemente pasamos de todo, no sé qué es más peligroso.

En estas elecciones no valía eso de todos son iguales y cojean del mismo pie. Por primera vez desde la Transición, concurrían con opciones reales de triunfo varias fuerzas políticas que planteaban en sus programas propuestas diferentes, ni siquiera es necesario entrar a emitir juicios de valor respecto a ellas, simplemente se atisbaba algo distinto, un mínimo beneficio de la duda ante tantas certezas devastadoras.

Aparecían alternativas para quienes se desgañitan entre carajillo y carajillo en la ‘tasca de Pepe’ por la incompetencia supina de sus gobernantes y la permisividad bipartidista en materia de corrupción. Sin embargo, aquí no ha calado eso. La muestra más evidente de ello son los preocupantes, o más bien sonrojantes, índices de participación en la provincia onubense.

A nivel nacional, los datos en este apartado no han sido los más halagüeños, ya que se esperaba un incremento mayor al 4%, una subida muy moderada (llegando al 73,2%) en cuanto al número de votantes respecto a 2011 (68,9%). En todo caso, la respuesta no puede tildarse de fracaso.

Aquí, en cambio, el balance de 5.000 abstenciones más que hace cuatro años sí que puede considerarse un mal resultado y una tendencia en alza hacia la desidia y la indolencia, némesis naturales del sufragio. El 67,1% de concurrencia choquera se queda muy lejos de la media andaluza, cifrada en un 71,34%, aproximadamente dos puntos y medio más que en la anterior cita. Una vez más nos situamos a la cola. Sufrimos el paro más que nadie, el riesgo de pobreza acecha endémicamente a nuestro conglomerado social, somos los grandes olvidados en casi todo, sigue sin solución la imprudencia medioambiental más flagrante de toda Europa… pero agachamos la cabeza y ponemos la otra mejilla.

1581 Saldaña - Sentido común

La versión 3.0 de la democracia acuñada en este país pone en liza escasísimas oportunidades de soberanía real matizada (nuestra Ley Electoral es toda una estafa institucionalizada) que nos empeñamos en boicotear o ignorar. Preferimos lamentar a actuar cuando tenemos la oportunidad.  

Apenas unas horas después del 20-D salían de sus guaridas los criticones inmovilistas. En charlas improvisadas en distintos contextos, podía sondearse lo que es Huelva en estos menesteres: “Es un cachondeo, ahora de repente tenemos a 40 (exageración made in Andalucía) partidos dando por culo (con perdón) y liándolo todo, esto va a ser el coño de la Bernarda”. La retahíla de un señor de unos 65 años concluía con la confesión sin rubor de que él no había votado. De traca.

Queda, por tanto, inaugurada la campaña ‘despotricadora’ con vistas a las elecciones de 2020, o quién sabe si para la reedición de estas últimas en 2016, como prevén algunos. Somos de gatillo verbal fácil, pero armar la papeleta y disparar los porcentajes de participación ya nos cuesta más.

Artículo publicado el 24 de diciembre de 2015 en Huelva24.com

La chica se queda a cuadros

FOTO: Huelva24.com
FOTO: Huelva24.com

El pasado día 8 de diciembre surgió por generación espontánea en Huelva un Rodolfo Valentino postmodernista con aires de Antonio Vega: “Me asomo a la ventana eres la chica (de la camisa de cuadros) de ayer (…). Mi cabeza da vueltas persiguiéndote”.

La cosa empezó como cualquier trama de serie adolescente norteamericana. Chico conoce a chica en un concierto, el mozo queda fascinado por los encantos de la gachí y la aterciopelada mirada de ella acaricia su corazón cual flecha de Cupido.

Atmósfera vaporosa envolviendo su silueta, brillo resplandeciente de sus dientes con cada sonrisa, pelo ondeando al viento, movimientos a cámara lenta, violines y fanfarrias en la mente del romántico protagonista, lo de siempre. Le entro, no le entro… qué larga se le tuvo que hacer la noche a Romeo deshojando la entrada del evento, especialmente cuando se dio cuenta de que el ticket equivalía a una consumición gratis.

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Lo que hacen algunos por una mirada «inquietante»…

Según explica nuestro Don Juan, tras varios titubeos iniciales realizó un amago de acercamiento, pero se arrepintió a mitad de camino abortando la misión, no sabemos si con un moonwalk de fina ejecución u otra maniobra de evasión parecida. ‘Roneo’ interruptus… o non nato, para ser más exactos. 

La inusitada belleza de Julieta bloqueó todo despliegue de arte amatorio y no fue capaz de articular el socorrido “¿estudias o trabajas?” para romper el hielo, aunque esta fórmula hoy en día puede ser más una declaración de guerra que de amor con lo complicado que está el asunto laboral.

Apesadumbrado y desdichado por la ocasión perdida, al día siguiente ingenió un plan para contactar con ella tras el fallido simulacro. Fue entonces cuando decidió empapelar  las calles de Huelva con folios que contenían un relato titulado ‘A la chica de cuadros’. El texto, completamente anónimo, narraba el longitudinal contacto visual entre ambos y detallaba una “exhaustiva” descripción sobre su amor platónico de discoteca, aportando datos tan concretos y definitorios como su afilada mirada y un inhabitual estampado de blusa con motivos geométricos equiláteros. 

El retrato robot daría un rango de coincidencias en Huelva de entre 80.000 y 90.000 sujetos (sujetas en este caso), pero nadie va a poner en duda que sea suficiente razón para postularse como posible madre de sus hijos. Inciso para apunte de la pasarela Cibeles: esta temporada se llevan las rayas, esa chica no te conviene. En todo caso, a cuadros se ha debido quedar ella al enterarse del revuelo.

Además de compartir cartel callejero con conquistadores ilustres como Rajoy, el Romeo de las marismas puso toda la carne digital en el asador, llevando a ebullición las redes sociales para amplificar su llamamiento y poder dar así con ella. Creó su propio hashtag, #ChicaDeLaCamisaDeCuadros, y habilitó una cuenta de correo (chicadelacamisadecuadros@gmail.com.) como vía de contacto. Cuánto tiempo libre. Leí un comentario de los lectores que decía algo así como que “a este lo mandaba yo a la mili”. Pues eso.

El lugar del idílico encuentro también se unió a la búsqueda y aprovechó de camino el tirón.
El lugar del idílico encuentro también se unió a la búsqueda y aprovechó de camino el tirón.

La historia no tuvo final Disney. El propio protagonista redactó un comunicado horas después contando el desenlace. En dicho escrito hacía público su ingreso en el ‘Calabaza´s Club’ al esclarecer las pesquisas de la investigación que la susodicha tiene maromo. De serie norteamericana a culebrón venezolano.

Tras viralizarse de manera fulgurante, pocos se han mantenido impermeables a la intriga suscitada y el tema ha adquirido la categoría de comidilla en Huelva. Un típico personaje loser con el que identificarse, la parafernalia emocional como gancho, el enigma de una chica desconocida… tenía todos los ingredientes de un best seller social. Pero, ¿qué hay detrás de este relato?, ¿es la acción espontánea de un romántico infatigable?, ¿un experimento sociológico?, ¿una campaña publicitaria encubierta tal vez? Esa parte del misterio quedará probablemente sin resolver.

Muchos especulan con que el formato es idéntico al usado en estudios del comportamiento humano realizados anteriormente y que ha podido ser adaptado ya sea con fines teóricos o como mero pasatiempo. Dentro de la tormenta de ideas para descifrar este particular jeroglífico, mi rayo cognitivo encontró una toma de tierra en la referencia a Aslándticos, grupo de música que tocaba mientras se produjo el flechazo. En la carta que difundió nuestro Romeo, el nombre de la banda cordobesa aparece acompañada por una almohadilla (#), elemento con el que se conforman los hashtags en Twitter. Es significativamente discordante emplear en una misiva romántica una referencia de promoción propia de las redes sociales. Ahí lo dejo.

Fuese esa la intención o no, la campaña de visibilización de Aslándticos en Huelva se ha materializado. Quizás suene a teoría de la conspiración, pero en este tablero de incógnitas sin resolver cada mente es un dado que desliza hipótesis como si de fichas se trataran.

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Artículo publicado el 10 de diciembre de 2015 en Huelva24.com

Marea choquera para salvar la marisma

Y Huelva se echó a la calle. Faltaban muchos onubenses, pero nos tenían acostumbrados a contabilizar bastantes menos. El balance no puede ser un éxito rotundo, aunque sí relativo. Se palpó más ambiente, más calor y más implicación. Una tendencia al alza muy positiva que se traduce en un repunte de la concienciación y una caída de la apatía tan endémica en esta ciudad. Varios cientos de onubenses respondieron a la llamada y recorrieron las calles (desde la plaza del estadio antiguo hasta la plaza de las Monjas) para mostrar su rechazo al proyecto de Fertiberia para tapar las balsas de fosfoyesos.

Hubo caras nuevas, rostros habituales y ausencias destacadas. Quienes no pudieron acudir mostraron su apoyo desde la distancia a través de las redes sociales: estar allí físicamente era importante, pero lo vital es interiorizar el problema y participar activamente de un modo u otro. Lo de ayer era un desfile para demostrar músculo al enemigo, pero la batalla se libra sin descanso durante todo el año.

La unión es la mayor fortaleza, el arma más poderosa que puede blandir una ciudad para plantar cara a los  tanques jurídicos, económicos, políticos y burocráticos. Y de eso se trata, de apuntalar esa baza, la de la cohesión social, afilarla hasta que su hoja consiga penetrar una gruesa y correosa capa de intereses tóxicos que contaminan nuestro futuro.

Los onubenses estamos cansados de mentiras y tejemanejes. Enterrar los fosfoyesos, como propone Fertiberia, supone dar sepultura al ecosistema de la marisma y parchear una agresión ecológica con otra que destruiría la morfología original del entorno y gran parte de su valor medioambiental. No olvidemos que la sentencia de la Audiencia Nacional obliga al infractor a la restauración completa del terreno para devolverlo a su estado inicial previo a los vertidos. La famosa ‘capita’ de tierra ni mucho menos cumple los preceptos de la sentencia.

En cuanto a cifras de asistentes, lo de siempre. Redondeo al alza por parte de los organizadores y tijera en mano de la policía. Ni fueron 10.000 ni tampoco hubo 2.500 personas. Las matemáticas, en materia de manifestaciones, son la ciencia más inexacta y subjetiva de todas. En todo caso, el aspecto de la marcha fue bastante saludable.

Lo peor quizás fue la anarquía, la desconexión y la desfragmentación que sufrió la movilización durante todo el recorrido. No hubo una pancarta que encabezara la marcha, al menos se podían atisbar cuatro o cinco. En determinados momentos pareció más una procesión o una cabalgata temática que una manifestación.

Tras un pasquín se cobijaba un grupo que repetía sus propias consigas e inmediatamente después aparecía otro bloque que hacía lo propio, con una distancia variable entre unos y otros. Esa circunstancia dispersó un poco, desconcertó a los presentes y enmarañó bajo banderas y emblemas políticos el grito más unánime: ‘No a los fosfoyesos’.

Particularmente me pareció un error. Las referencias políticas y el sesgo resultante era una polución ideológica evitable que hizo carraspear a muchas mentes como la mía a las que irritaba ese trago.

Asociar una causa a una tendencia concreta levanta una barrera para quienes quizás estén preocupados por el problema medioambiental de Huelva pero no se identifican con la parafernalia política que se le imprime. Ejemplo práctico: alguien de derechas, harto de los desmanes de Fertiberia, no acudirá a la concentración al contemplar un mosaico plagado de teselas de izquierda. Así de simple. Esta es una lección muy valiosa que hay que aprender si queremos seguir creciendo en apoyos y apostando por la integración de toda la sociedad choquera. No es el escenario para teatralizar el género dramático preferido de nuestros representantes, el populismo electoralista.

Es una crítica puntual necesaria, pero ni mucho menos significa un reproche general a la organización del acto. Es insondable el esfuerzo y la abnegación de estos colectivos para hacer realidad la manifestación y muy elogiable la apuesta tan ferviente y decidida por algo que nos concierne a todos, pero que precisamos que nos azucen para despertar del letargo.

En Huelva, el asfixiante yugo de los fosfoyesos mantiene agonizante a nuestro patrimonio natural, sin embargo, el tejido crítico onubense recibe un balón de oxígeno a través de inhaladores sociales como el acto de ayer, que purifican nuestras conciencias para exhalar con fuerza una bocanada limpia y clara: ‘¡¡Marisma limpia ya!!’.