Los Juegos Olímpicos son una cita donde la exaltación patriótica se lleva al paroxismo; la actuación de un deportista no responde únicamente a aspiraciones personales, sino que moviliza a millones de personas que vibran expectantes para compartir éxitos. Es una competición de naciones, de banderas, de símbolos, donde los triunfos individuales encumbran a cada país en la clasificación del medallero.
Fehaid Al-Deehani es todo un héroe en Kuwait, una leyenda sin precedentes. En su palmarés constan las dos únicas medallas olímpicas que ha conseguido el país asiático en toda su historia. El bronce en Sidney supuso todo un hito que rubricó doce años después en Londres, repitiendo el tercer cajón del podio. Pese a la repercusión de aquellas preseas en su lugar de origen, su cosecha de metales no pasará a los anales del Olimpismo por su importancia y su trayectoria no ha trascendido hasta hace unas horas.
Al-Deehani se ha colgado en Río de Janeiro 2016 la medalla de oro en la competición de doble trap de tiro, un hecho que si bien es toda una proeza en su carrera profesional no sería noticia si no fuera porque en la ceremonia de premiación no sonó ningún himno y por que el militar kuwaití de 49 años no compitió con los colores de su nación.
Podía haberse convertido en el primer campeón olímpico de Kuwait, pero no lo fue, porque Al-Deehani participó en la prueba como deportista independiente. Era su única opción, eso o renunciar a la cita para la que se llevaba preparando cuatro años, porque su país fue sancionado por el Comité Olímpico Internacional (COI) en 2015 al interferir el Gobierno en los altos estamentos deportivos locales.
No es ni mucho menos un caso único, aunque quizás sí el más significativo. Esta excepción, que permite acudir a los JJ OO a atletas que se han ganado su pasaporte para competir pero que sobre sus países de origen pesa una sanción, surgió en Barcelona 1992. En aquel momento, cuando Yugoslavia fue castigada por la guerra, varios competidores de la república balcánica y de Macedonia acudieron como ‘Participantes olímpicos independientes’. En aquella ocasión, tres de ellos lograron dos bronces y una plata, las primeras y últimas medallas que se adjudicaban competidores sin bandera… hasta ahora.
Tras 24 años en los que han acudido representantes en esta modalidad, uno de ellos ha subido a lo más alto del podio visibilizando una realidad con la que ha convivido el Olimpismo pero que había pasado desapercibida o se había reservado al apartado del anecdotario.
El sabor del oro para Al-Deehani ha sido agridulce, eufórico por su triunfo, se lamenta de no haber podido brindar el mayor logro deportivo de su historia a Kuwait. En la ceremonia de inauguración, recibió un ofrecimiento por parte del COI para portar la bandera de los participantes sin país, pero se negó en rotundo alegando que él es un oficial del ejército de Kuwait y que solo enarbolaría el emblema de su país.
No se apellida Phelps ni Ledecky, pero Fehaid Al-Deehani ya es una de las figuras de estos Juegos Olímpicos, capaz de robar portadas a las grandes estrellas al otorgar un matiz dorado a la bandera de los participantes independientes.
Artículo publicado el 14 de agosto de 2016 en revistaspgo.com